Más allá del celular en la escuela

Pablo Iglesias nos comparte un artículo publicado en el diario Río Negro... mucho para seguir pensando y por qué no debatiendo... recuerden que este espacio está pensado para el intercambio de ideas y la reflexión colectiva.

El celular en la escuela

"La permisividad del uso del celular en la escuela es un ejemplo minúsculo de crisis de autoridad, anomia y anarquía. Sabido es que la utilización del teléfono móvil en clase resulta: 1) un obstáculo evidente en el proceso de enseñanza-aprendizaje. 2) Un elemento perturbador que impide la concentración de los alumnos. 3) Una falta de consideración -cuando no de respeto- hacia el otro, sea éste docente o alumno.

A tal punto ello es así, que las propias empresas de tecnología americanas -compañías de Sillicon Valley- obligan a los ejecutivos a participar de sus reuniones en "topless" (sin laptops, ni teléfonos) toda vez que han advertido que "además de resultar de mala educación generalmente la atención parcial, desemboca en resultados parciales".

Al mismo tiempo dicha sociedad vive con enorme preocupación cómo sus estudiantes secundarios dedican apenas una hora o menos por día a hacer tareas por escrito.

Nuestra realidad no es ajena a dicha situación y la presencia del celular en la escuela suele traer más de un desvelo en docentes y directivos.

La distinta visión de los miembros de la comunidad educativa -alumnos, padres, docentes y directivos- ha provocado que la resolución de dicha problemática no sea pacífica. En algunas instituciones es encarada desde el mensaje docente, en otras desde el dictado de pautas de convivencia o de un reglamento escolar y, en otras tantas, por resoluciones ministeriales o leyes.

Crisis de autoridad

De aquellas enseñanzas que quedan grabadas a fuego en la memoria recuerdo las inspiradas palabras de un formador de docentes, que alguna vez enseñó que a la autoridad había que agregarle autoría puesto que no era suficiente la delegación de un mando, sino que a ello debía sumársele conocimiento, responsabilidad y respeto.

Apenas tres décadas atrás dichas palabras eran un bálsamo para aquellos estudiantes que creíamos en algo más que la imposición.

Por aquel entonces el mensaje de un docente que se "plantaba" en el aula y vociferaba: "Señores, me molesta que masquen chicle", era suficiente para que un alumno cesara de inmediato y sin hesitar, en su rumiante arrebato.

Dicho discurso, rayano con la arbitrariedad, por fortuna hoy no sería convincente ya que carece de una adecuada argumentación respaldatoria.

La actualidad exige reglas claras que sean debidamente fundadas y respetadas por todos -alumnos y docentes-.

En el tema que nos ocupa es el cuerpo docente -con el debido apoyo institucional- el que deberá exigir el no uso del celular, fundamentar dicha medida y comprometerse al igual que el alumno en el respeto por las reglas.

Si bien los tiempos han cambiado, los niños y adolescentes siguen reclamando a gritos límites y modelos.

El docente que se compromete con el alumno y lo coloca en el centro exclusivo de su atención, que contagia su vocación o pasión, recibirá el mismo trato por parte del educando. Una vez más el pedido de coherencia y de predicar con el ejemplo adquiere toda virtualidad.

A esta crisis de autoridad aportan también en ocasiones los padres de los alumnos, quienes con argumentos tales como el de la seguridad o el de no perder el contacto permanente con sus hijos defienden a capa y espada la utilización del celular aun dentro del horario escolar.

No se trata de interrumpir la comunicación familiar -que se podrá limitar a emergencias o situaciones excepcionales- sino de privilegiar ante todo el relevante momento de la convivencia y del aprendizaje.

Generaciones enteras de argentinos han pasado por las aulas, sin necesidad de celulares, que por otra parte y paradójicamente suelen ser hoy el botín preferido de arrebatadores o punguistas.

Anomia

Nuestro siempre recordado Carlos Santiago Nino definió alguna vez la anomia argentina como boba, es decir: "Una clase de inobservancia generalizada de normas jurídicas, sociales, convencionales, técnicas, conceptuales y morales que conduce a situaciones en las que algunos están peor, sin que nadie esté mejor de lo que ocurriría si esas normas fueran observadas, o en que hay muchos que están mucho peor frente a tal vez algunos pocos que están un poco mejor".

La utilización del celular en el aula alimenta desde edades tempranas la anomia boba y la indiferencia ante el bien común.

Nuestra sociedad está plagada de ejemplos irritantes en los que la falta de convivencia se presenta sin avisar. El uso de celulares en lugares compartidos -haciendo públicas conversaciones, cuando no "dramas" privados- o en donde se debe guardar silencio (cine, conferencias, teatros, conciertos, reuniones religiosas, etc.) es precisamente uno de ellos.

El principio kantiano por el cual "Una sociedad bien ordenada es la que logra que los intereses egoístas y las pasiones de la gente se equilibren de tal modo de que las acciones realizadas sobre la base de ellos produzcan resultados socialmente beneficiosos" surge en toda su dimensión y la educación, desde el albor de la vida, será siempre la nave insignia para llevar a buen puerto dicho postulado.

Anarquía

La falta de criterios comunes y la anarquía que en muchos casos ha generado el tema han llevado -lamentablemente- a que la situación deba ser resuelta por la vía normativa.

Es una tendencia creciente la prohibición del uso del celular en el aula, tanto en nuestro país como en el exterior.

Así en Madrid, como en Italia, Francia, Río de Janeiro y varios estados norteamericanos, se ha impedido el uso del celular en las aulas.

En nuestro país, la regulación aplicable depende de cada provincia. Así conviven distintos modelos: desde provincias que los prohíben por ley (Santa Fe) o resoluciones ministeriales (Buenos Aires y Córdoba) hasta distritos que aconsejan que el tema sea resuelto en cada escuela, por medio de los consejos de convivencia.

En Santa Fe, a la circular del Ministerio de Educación se sumó la sanción de una ley que les impide el uso del teléfono móvil a los alumnos, docentes y no docentes, y señala que las sanciones deberán ser impuestas por los directivos de los colegios.

En Córdoba, desde mayo del 2005 rige la prohibición a docentes y alumnos en los horarios de clase, mientras que se restringió su utilización, en general, dentro de la escuela. La resolución del Ministerio de Educación comprende a los colegios estatales y privados.

En Salta no se permite el uso de celulares en las aulas, aunque no hay una norma explícita que lo determine, sino que la decisión recae en las autoridades de cada establecimiento, que suelen retirar los aparatos hasta la salida de la clase.

Entiendo que esta última medida es poco feliz, ya que además de avanzar sobre la disponibilidad de un bien ajeno, tal "retención" suele ser terreno fértil de un sinnúmero de problemas. Pero, por sobre todas las cosas, no es rol de la institución y mucho menos del educador el oficiar como "ropero" de los objetos traídos por los alumnos.

En las provincias donde el tema ha quedado librado a las escuelas, las respuestas son disímiles ya que hay establecimientos que han logrado buenos resultados merced a la palabra y el ejemplo, y otros en los que la anarquía se ha transformado en parte del inventario escolar.

Las consecuencias saludables del no uso del celular en clase trascienden del plano cognitivo, al actitudinal y axiológico.

Desde este último enfoque, el sacrificar conscientemente un elemento tan magnético para el joven como el celular, en aras al respeto y la convivencia con los demás, contribuirá indudablemente a crear personas socialmente más comprometidas.

Desde lo personal, evitar las dependencias -en muchísimos casos el celular lo es- y fomentar el disfrute de cada momento de la vida, será una manera de formar seres más reflexivos, sensibles y libres."

MARCELO ANTONIO ANGRIMAN - Abogado. Profesor Nacional de Educación Física.

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